Zona Norte
Cuando la historia se convierte en legado: Breve homenaje a Alberto Fernández
Por Emiliano Corbalán.

En la historia de los pueblos pocas personas pueden pasar al plano histórico, aunque todos escribimos historia, pocos pueden acogerla con vocación y devoción.
Esto era Alberto Fernández, un hombre dedicado a escribir la historia de nuestro José C. Paz, un hombre con historia, un hombre de historia, una voz que era capaz de escuchar en el silencio de los años, capaz de escuchar las voces apagadas y acalladas por el olvido y el paso del tiempo, alguien capaz de resucitar voces y traerlas de nuevo a la vida.
Su dedicación a contar no era su única virtud, fue sacerdote, teólogo, docente, hombre de cultura; y los que alguna vez tuvimos oportunidad de hacerle la pregunta correcta, encontramos en su respuesta palabras que sólo la experiencia de los años e incontables horas de reflexión pueden dar, una voz no casual sino alimentada por un espíritu de libertad y de verdad, por una fé insondable.
Entre sus grandes logros están en primer orden el respeto de su ciudad y su gente, haber sido en dos ocasiones presidente y en dos vicepresidente de la Federación de Entidades de Estudios Históricos de la provincia de Buenos Aires.
Dentro de una provincia tan grande y tan importante en la política nacional, haber sido representante y vocero de una historia tan rica y basta, no es para cualquiera.
Su vocación no solo lo ubica en la tarea de darle voz al relato, sino también de crearlo, entre otros, es uno de los fundadores de nuestra Universidad Nacional de José C. Paz (UNPAZ). Entre muchas labores, fue director de nuestro museo histórico municipal, siempre dedicado a contar la historia de un pueblo que parece tener la voluntad de negarse a escuchar su pasado.
Para quienes conocimos al Alberto dedicado su ciudad, solo nos quedan palabras de agradecimiento por ser un compañero leal y comprometido, para quienes nos gusta la historia, fue, es y será un referente, porque para muchos escribir la historia de una pequeña ciudad es algo mínimo, pero esos muchos se olvidan que la historia de nuestro país está cimentada por estas otras pequeñas historias.
Para nuestra pequeña historia local, la pérdida de Alberto provoca un silencio lúgubre, pero si algo podemos y tenemos que aprender de él, eso es saber escuchar al silencio, al murmullo de la brisa.
Con Alberto se fue una parte de la historia paceña, con él se fue la voz que transmitía los susurros en los que el viento cuenta la historia de nuestro pueblo, ahora el desafío es darle voz a un pueblo en silencio, otra vez debe nacer del corazón de nuestra ciudad una voz que represente a esta generación y recuerde a las anteriores.
Emiliano Corbalán