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Opinión

Que la peluca no tape el bosque

Por Manuel Sandino**

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El gobierno de Javier Milei tiene una premisa política y filosófica mucho más que económica: terminar de destruir la raíz productiva e industrial de Argentina con el objetivo de socavar las bases que dan origen a gobiernos de tinte nacional y popular. 

No es la primera vez que ocurre, la siniestra dictadura militar que gobernó el país a partir del 24 de marzo de 1976 tenía los mismos objetivos. No es casualidad, entonces, que la vicepresidenta haga apología pública del terrorismo de Estado.

Como pasó aquí hace unos meses, dicho golpe no tuvo la resistencia masiva de gran parte de la población debido a que la economía se encontraba en una profunda recesión, con un crecimiento exponencial de la inflación y una conflictividad social muy alta. Alerta Spoiler: todo terminó peor.

El argumento es el de siempre, apelan al mito del “destino frustrado” y la necesidad de que la Argentina reencuentre su camino hacia su innata grandeza. El liberalismo atribuye el fracaso a la distorsión de los precios relativos domésticos que introdujo la política de industrialización y el sobredimensionamiento del Estado.

Se olvidan que, en aquel país pujante de 1880, que llenaba el mundo de granos y carne, 3 de cada 4 habitantes vivían en la miseria. La libertad que pregonan es la libertad de los dueños, la libertad de comprar y vender todo, incluidas las personas; la libertad de los trabajadores a morirse de hambre, si no aceptan trabajar por salarios que no cubren las más elementales necesidades. 

Se atrasó diciembre: caos y tormentas

El verano en Argentina tiene emociones fuertes, desde la insurrección popular del 2001 al campeonato mundial de fútbol de hace apenas 12 meses. Este año las noticias no son tan auspiciosas dado las altas temperaturas y las tormentas cada vez más fuertes, que ocasionan destrozos materiales y ya acumulan varias víctimas fatales.

Aun así, todos los focos están puestos en el presidente y las tétricas consecuencias de su gestión. 

El gobierno de Alberto Fernández fue paupérrimo. Sus dos mejores momentos fueron la administración de la pandemia durante los primeros tres meses, donde evitó miles de muertes; y el último año de su gestión en la que ya no cometió graves errores -por estar desaparecido de la vida pública y política-. Así, el escenario en el que asume Javier Milei era verdaderamente complicado. No obstante, las decisiones adoptadas por el nuevo gobierno no hacen más que agravar el problema.

Son la continuación del plan político económico que el liberalismo implantó en el país en la década del ´70 a través de secuestros, torturas y asesinatos. El mismo que retomó Menem y que, junto a la histórica inoperancia del radicalismo, llevó al país a la peor crisis social de la historia. Mauricio Macri, hace 4 años, volvió a ponerse el país de sombrero.

¿Qué tiene de nuevo esta vez? ¿Si los beneficiados son los mismos de siempre, si la crisis la vuelve a pagar el pueblo? Se podría argumentar, tal vez, la conservación de cierto apoyo popular a un presidente que sólo repite que vamos a estar cada vez peor.

Tres empanadas

Lo primero que hicieron fue devaluar el tipo de cambio un 118%, la tercera más grande de la historia argentina, sólo superada por Raúl Alfonsín. Esto llevó a un incremento mensual del 30% en los alimentos de primera necesidad.

Las consecuencias son desastrosas para la economía argentina, sobre todo para los trabajadores. El país tiene el segundo salario mínimo más bajo de la región, sólo superado por Venezuela. Pulverizaron los ingresos, empujando a millones de conciudadanos por debajo de la línea de pobreza; hoy una familia necesita más de 500.000 pesos, sin contar el alquiler, para no ser pobre.

Intentaron unificar el tipo de cambio, con una feroz transferencia de ingresos de los trabajadores a los grupos económicos concentrados y contener la inflación a fuerza de recesión, aunque haya que condenar a todo el pueblo a la pobreza. “Miseria sí, pero una miseria digna” o libre podríamos decir. 

No obstante, la avaricia y el descontrol por subir precios y maximizar las ganancias volvió a generar un atraso del dólar, lo que amenaza con la necesidad de una nueva devaluación. 

El gobierno se enfoca en presionar y extorsionar a los legisladores y gobernadores para aprobar más ajuste, otorgándole al presidente poderes extraordinarios, mientras persiguen todo atisbo de organización popular.

En simultáneo, el Secretario de medios Eduardo Serenellini recomienda que no sentir vergüenza de comer sólo una vez al día y el vocero presidencial Manuel Adorni afirma que el Salario Mínimo Vital y Móvil, que no alcanza para cubrir la línea de indigencia, les quita el derecho a los trabajadores de recibir una remuneración más baja, si así lo aceptaran.   

El plan original es un dislate, además de criminal. Tuvieron que frenar el “sinceramiento” de la energía y el transporte porque amenazaba con destruir su propia gobernabilidad.  No es casual que lo hayan desfreezado a Sergio Massa, que lo tenían guardadito al lado del medio lechón para festejar año nuevo, ni que éste se esfuerce en mostrarse sereno y cauto.

Los ricos volvieron para terminar de llevarse todo y la gente, por ahora, aguanta como puede. La “casta” se esfuerza por garantizar la permanencia del sistema, no vaya a ser cosa que con un helicóptero esta vez no alcance

 ** Licenciado en Ciencias Políticas

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